lunes, 12 de octubre de 2009

Capitulo 5: El Callejon Diagon II

La gente los miraba más que nunca en el tren. Hagrid ocupo dos asientos y comenzó a tejer lo que parecía una carpa de circo color amarillo canario.

-¿Todavía tienen la carta, Harry, Laura?-pregunto, mientras contaba los puntos.
Harry saco del bolsillo el sobre de pergamino y Laura igual.
-Bien-dijo Hagrid-. Hay una lista con todo lo que necesitas.

Desdoblaron la otra hoja, que no habían visto la noche anterior, y leyó:

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitaran:
-Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
-Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
-Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
-Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)

LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
-El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk
-Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
-Teoría magia, Adalbert Waffling.
-Guía de transformación para principiantes, Emerick Switch
-Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
-Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger
-Animales fantásticos y donde encontrarlos, New Scamander.
-Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble.

RESTO DEL EQUIPO:
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de frascos de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.

SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.

-¿Podemos comprar todo esto en Londres?-se pregunto Harry en voz alta.

-Sí, si sabes adonde ir-respondió Hagrid.

Harry y Laura no habían estado antes en Londres. Aunque Hagrid parecía saber adónde iban, era evidente que no estaba acostumbrado a hacerlo de la forma ordinaria. Se quedo atascado en el torniquete de entrada al metro y se quejo en voz alta que porque los asientos eran muy pequeños y los trenes muy lentos.

-No sé cómo los muggles se las arreglan sin magia-comento, mientras subían por una escalera mecánica estropeada que los condujo a una calle llena de tiendas.
Hagrid era tan corpulento que separaba fácilmente a la muchedumbre. Lo único que Harry y Laura tenían que hacer era mantenerse detrás de él. Pasaron ante librerías y tiendas de música, ante hamburgueserías y cines, pero en ningún lado parecía que vendieran varitas mágicas. Era una calle normal, llena de gente normal.

-¿En serio existe Hogwarts?, ¿de verdad será una bruja?, ¿hay bruja y magos por todo lados?-pensó Laura.

-Es aquí-dijo Hagrid deteniéndose-. El Caldero Chorreante. Es un lugar famoso.
Era un bar diminuto y de aspecto mugriento. Si Hagrid no lo hubiera señalado, no lo hubieran visto. La gente, que pasaba apresurada, ni lo miraba, Sus ojos iban de la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no pudieran ver el Caldero Chorreante. Hagrid los hizo entrar.

Para ser un lugar famoso, estaba muy oscuro y destartalado. Unas ancianas estaban sentadas en un rincón, tomando copitas de jerez. Una de ellas fumaba una larga pipa. Un hombre pequeño llevaba un sombrero de copa hablaba con el viejo cantinero, que era completamente calvo y parecía una nuez blanda. El suave murmullo de las charlas se detuvo cuando ellos entraron. Todos parecían conocer a Hagrid. Lo saludaban con la mano y le sonreían, y el cantinero busco un vaso diciendo:

-¿Lo de siempre, Hagrid?

-No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de Hogwarts-respondió Hagrid, poniendo una mano en el hombro de Harry y la otra en el hombro de Laura y obligándolos a doblar las rodillas.

-Buen Dios-dijo el cantinero, mirando atentamente a ellos dos-¿ellos son… puede ser…?

El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio.

-Válgame Dios-susurro el cantinero-. Harry Potter, Laura Walters… es todo un honor.
Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia Harry y Laura y les estrecho la mano a los dos, con los ojos llenos de lágrimas.

-Bienvenido, Harry, Bienvenida, Laura.

Ellos no sabían que decir. Todos los miraban. La anciana de la pipa seguía chupando, sin darse cuenta de que se le había apagado. Hagrid estaba radiante.

Entonces se produjo un gran movimiento de sillas y, al minuto siguiente, se encontraron estrechando la mano de todos los del Caldero Chorreante.

-Doris Crockford, Harry, Laura. No puedo creer que por fin los allá conocido.

-Estoy orgullosa, Harry, muy orgullosa.

-Siempre quise estrechar sus manos… estoy muy complacido.

-Encantado, Harry, Laura, no puedo decirte cuanto. Mi nombre es Diggle. Dedalus Diggle.

-¡Yo lo he visto antes!-dijo Harry, mientras Dedalus Diggle dejaba caer su sombrero a causa de la emoción-. Usted me saludo una vez en una tienda.

-¡Me recuerda!-grito Dedalus Diggle, mirando a todos-. ¿Han oído eso? ¡Se acuerda de mí!

Harry y Laura estrecharon manos una y otra vez. Doris Crockford volvió a repetir el saludo.
Un joven pálido se adelanto, muy nervioso. Tenía un tic en el ojo.

-¡Profesor Quirrell!-dijo Hagrid-. Harry, Laura, el profesor Quirrell les dará clases en Hogwarts.

-P-P-Potter, W-W-Walters-tartamudeo el profesor Quirrell, apretando la mano de Harry y luego la de Laura-. N-no pué-e-do decirte l-lo contento que-e estoy de co-conocerlos.

-¿Qué clase de magia enseña usted, profesor Quirrell?-pregunto Harry.

-D-Defensa Contra las Artes O-Oscuras-murmuro el profesor Quirrell, como si no quisiera pensar en ello-. N-no es al-algo que us-ustedes n-necesiten, ¿verdad, P-Potter, W-Walters?.-Soltó una risita nerviosa-. Estas reuniendo el e-equipo, s-supongo. Yo tengo que b-buscar otro l-libro de va-vampiros.-Pareció aterrorizado ante la simple mención.

Pero los demás no permitieron que el profesor Quirrell acaparada a Harry y Laura. Este tardo más de diez minutos en despedirse de ellos. Al fin, Hagrid se hizo oír.

-Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos.

Doris Crockford estrecho la mano de Laura una última vez y Hagrid se lo llevo a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos.

Hagrid los miro sonriente.

-Se los dije, ¿verdad? Les dije que eran famosos. Hasta el profesor Quirrell temblaba al conocerte, aunque te diré que habitualmente tiembla.

-¿está siempre tan nervioso?-pregunto Laura.

-Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones para tener experiencias directas… Dicen que encontró vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera…
Y desde entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia asignatura… Ahora ¿adónde vamos, paraguas?

¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Laura era un torbellino. Hagrid, mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.

-Tres arriba… dos horizontales…-murmuraba-. Correcto. Un paso atrás.

Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas.

El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.

-Bienvenidos-dijo Hagrid- al callejón Diagon.
Sonrió ante el asombro de Harry y Laura. Entraron en el pasaje. Laura miro rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared volvía a cerrarse.

El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta de la tienda más cercana “Calderos – Todos los tamaños – Latón, Cobre, Peltre, Plata – Automáticos – Plegables” decía un rotulo que colgaba sobre ellos.

-Sí, van a necesitar uno-dijo Hagrid- pero mejor que vayamos primero a conseguir el dinero.
Movían la cabeza en todas direcciones mientras iban calle arriba, tratando de mirar todo al mismo tiempo: las tiendas, las cosas que estaban fuera y la gente haciendo compras. Una mujer regordeta negaba con la cabeza en la puerta de una droguería cuando ellos pasaron, diciendo: “Hígado de dragón a diecisiete sickles la onza, están locos…”.

Un suave ulular llegaba de una tienda oscura que tenía un rotulo que decía: “El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco”. Varios chicos de la edad de Harry y Laura pegaban la nariz contra un escaparate lleno de escobas “Mirad-oyeron que decía uno-, la nueva Nimbus 2.000, la más veloz.” Algunas tiendas vendían ropa; otras, telescopios y extraños instrumentos de plata que nunca habían visto. Escaparates repletos de bazos de murciélagos y ojos de águilas, tambaleantes montones de libros de encantamientos, plumas y rollos de pergamino, frascos con pociones, globos con mapas de luna.

-Gringotts -dijo Hagrid
Habían llegado a un edificio, blanco como la nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tienes. Delante de las puertas de bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado, habia…

-Sí, eso es un gnomo-dijo Hagrid en voz baja, mientras subían por los escalones de piedra. El gnomo era una cabeza más bajo que Laura. Tenía un rostro moreno e inteligente, una barba puntiaguda y, como pudieron notarlo, dedos y pies muy largos. Cuando entraron los saludo. Entonces encontraron otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas.

Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia.
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladro, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro.

-Como les dije, hay que estar loco para intentar robar aquí-dijo Hagrid.
Dos gnomos los hicieron pasar por las puertas plateadas y se encontraron en un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de gnomos estaban sentados en altos taburetes, de cuentas, pesando, monedas en balanzas de cobre y examinando piedras preciosas con lentes. Las puertas de salida del vestíbulo eran demasiadas para contralas, y otros gnomos guiaban a la gente para entrar y salir. Hagrid, Harry y Laura se acercaron al mostrador.

-Buenos días-dijo Hagrid a un gnomo desocupado-Hemos venido a sacar algún dinero de la caja de seguridad del señor Harry Potter y de la caja de seguridad de la señorita Laura Walters.

-¿El señor Potter y la señorita Walters tiene sus llaves?

-Las tengo por aquí-dijo Hagrid, y comenzó a vaciar sus bolsillos sobre el mostrado, desparramando un puñado de galletas de perro sobre el libro de cuentas del gnomo. Este frunció la nariz. Harry y Laura observaron al gnomo que tenia a la derecha, que pesaba unos rubíes tan grandes como carbones brillantes.

-Aquí están-dijo finalmente Hagrid, enseñando dos pequeñas llaves doradas.

El gnomo examino las llaves de cerca.

-Parece estar todo en orden.

-Y también tengo una carta del profesor Dumbledore-dijo Hagrid, dándose importancia. Es sobre lo-que-usted-sabe, la cámara setecientos trece.

El gnomo leyó la carta cuidadosamente.

-Muy bien-dijo, devolviéndosela a Hagrid-. Voy a hacer que alguien los acompañe abajo, a las tres cámaras, ¡Griphook!

Griphook era otro gnomo. Cuando Hagrid guardo todas las galletas de perro en sus bolsillos, Harry, él y Laura siguieron a Griphook hacia una de las puertas de salida del vestíbulo.

-¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara setecientos trece?-pregunto Harry.

-No te lo puedo decir-dijo misteriosamente Hagrid-. Es algo muy secreto. Un asunto de Hogwarts. Dumbledore me lo confió.

Griphook les abrió la puerta. Laura, que había esperado más mármoles, se sorprendió igual que Harry. Estaban en un estrecho pasillo de piedra, iluminado con antorchas. Se inclinaba hacia abajo y había unos rieles en el suelo. Griphook silbo y un pequeño carro llego rápidamente por los rieles. Subieron (Hagrid con cierta dificultad) y se pusieron en marcha.

Al principio fueron rápidamente a través de un laberinto de retorcidos pasillos. El veloz carro parecía conocer su camino porque Griphook no lo dirigía.

Le ardían los ojos por las ráfagas de aire frio, pero los mantuvieron bien abiertos. En una ocasión, les pareció ver un estallido de fuego al final del pasillo y se dio la vuelta para ver si era un dragón, pero era demasiado tarde. Iban a cada vez más abajo, pasando por un lago subterráneo en el que había gruesas estalactitas y estalagmitas saliendo del techo y del suelo.

-Nunca lo he sabido-grito Laura a Hagrid, para hacerse oír sobre el estruendo del carro-. ¿Cuál es la diferencia entre una estalactita y una estalagmita?

-Las estalagmitas tienen una eme-dijo Hagrid. Y no me hagan preguntas ahora, creo que voy a marearme.

Su cara se había puesto verde y, cuando el carro por fin se detuvo, ante la pequeña puerta de la pared del pasillo, Hagrid se bajo y tuvo que apoyarse contra la pared, para que dejaran de temblarle las rodillas.

Griphook abrió la cerradura de la puerta. Una oleada de humo verde los envolvió. Cuando se aclaro. Dentro había montículos de monedas de oro. Montones de monedas de plata. Y montañas de pequeños Knuts de bronce.

Hagrid ayudo a Harry a poner una cantidad en una bolsa.

-Las de oro son galeones-explico. Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickles, es fácil. Bueno, esto será suficiente para un curso o dos, dejaremos el resto guardado para ti, Harry.-Se volvió hacia Griphook- Ahora, por favor, a la cámara de la señorita Walters. ¿Y podemos ir más despacio?

-Una sola velocidad-contesto Griphook

Fueron un poco más abajo, cada vez que descendían el aire se volvía más frio. El carro se detuvo en frente de la cámara de Laura. Griphook abrió la cerradura de la puerta y adentro había…

1 comentario:

  1. genial :D como siempre, olle tengo un nuevo blog misletrasx.blogspot.com/ aste seguidora si quieres

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