sábado, 31 de octubre de 2009

Capitulo 5: El Callejon Diagon IV

-Hagrid, ¿Qué es el quidditch?-pregunto Harry cuando salieron de la tienda.

-Vaya, Harry, sigo olvidando lo poco que sabes… ¡No saber que es quidditch!-respondió

-No lo hagas sentir peor-dijo Laura. Que conto a Hagrid lo que paso en la tienda de Madame Malkin.

-…y dijo que la gente de familia de muggles no deberían poder ir…

-Pero ustedes no son de una familia muggle. Si hubiera sabido quienes son ustedes... El ha crecido conociendo sus nombres, si sus padres son magos. Ya lo han visto en el Caldero Chorreante. De todos modos, que sabe él, algunos de los mejores que he conocido eran los únicos con magia en una larga línea de muggles. ¡Mira a tu madre, Harry! ¡Y mira la hermana que tuvo!.

-Mi madre no era muggle y también tiene una hermana terrible-dijo Laura soltando una risita.

-Entonces ¿Qué es el quidditch?-pregunto Harry impaciente.

-Es nuestro deporte. Deporte de magos. Es… como el futbol en el mundo muggle, todos lo siguen. Se juega en el aire, con escobas, y hay cuatro pelotas… Es difícil explicarte las reglas.- respondió Hagrid.

-¿Y que son Slytherin y Hufflepuff?

-Son casas de Hogwarts. Son 4 creo…-dijo Laura mirando al cielo.

-Guau!, Laura, ¿Cómo sabes?-pregunto Hagrid impresionado.

-Pues… por un sueño que tuve… decía que en un colegio había cuatro casas-respondió Laura sonriente, sabía algo sobre Hogwarts, que felicidad.

-Bueno… Todos dicen que en Hufflepuff son todos inútiles pero…

-Seguro que yo estaré en Hufflepuff-dijo Harry desanimado.

-Es mejor Hufflepuff que Slytherin-dijo Hagrid con tono lúgubre-. Las brujas y magos que se volvieron malos habían estado en Slytherin. Quien-tu-sabes fue uno.

-¿Vol… perdón… Quien-tu-sabes estuvo en Hogwarts?.

-Hace muchos años-respondió Hagrid.

Fueron a comprar los libros en Flourish y Blotts. Había libros del tamaño de un sello, con tapas de seda, otros llenos de ginas. Laura vio un libro que lo quería es Historia de Hogwarts, con eso sabría de ese lugar maravilloso, donde su familia aprendió todo.

-Harry, deja ese ya-dijo Laura. Harry quería llevarse Hechizos y contrahechizos (encante a sus amigas y confunda a sus enemigos con las más recientes venganzas: Perdida de Cabello, Piernas de Mantequilla, Lengua Atada y mas, muchos mas), del profesor Vincictus Viridian.

-Estaba tratando de averiguar cómo hechizar a Dudley.

-No estoy diciendo que no sea buena idea, pero no puedes utilizar la magia en el mundo muggle, excepto en circunstancias muy especiales-dijo Hagrid-. Y, de todos modos, no podrías hacer ningún hechizo todavía, necesitaras mucho mas estudio antes de llegar a ese nivel.

Fueron a comprar los calderos, balanzas y unos telescopios. Luego visitaron la droguería, tan fascinante como para hacer olvidar el horrible hedor, una mezcla de huevos pasados y repollo podrido. En el suelo había barriles llenos de una sustancia viscosa y botes con hierbas. Raíces secas y polvos brillantes llenaban las paredes.

Fuera de la droguería, Hagrid miro otra vez la lista.

-Solo faltan las varitas… Ah, sí, y todavía no les doy regalos de cumpleaños.

Laura sintió que se ruborizaba y vio que Harry también.

-No tienes que…-dijo Laura.

-Se que no tengo que hacerlo. Les diré que será, les comprare un animal. No un sapo no, los sapos pasaron de moda hace años… y no me gustan los gatos, me hacen estornudas. Les voy a regalar una lechuza a cada uno. Todos los chicos quieren una lechuza. Son muy útiles, llevan tu correspondencia y todo lo demás.

Veinte minutos más tarde, salieron del Emporio de la Lechuza, que era oscuro y lleno de ojos brillantes, susurros y aleteos. Harry llevaba una gran jaula con una hermosa lechuza blanca, y Laura llevaba una lechuza blanca con un ala color negra y la llamo Eclipse y agradecía a Hagrid por el regalo.

-Ni lo menciones-dijo Hagrid con aspereza-. No creo que a ustedes les hagan muchos regalos. Ahora nos queda solamente Ollivander, el único lugar donde venden varitas, y tendrán las mejores.

La última tienda era estrecha y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras doradas, se leía: “Olivander: fabricante de excelentes varitas desde el 382 a.C.”. En el polvoriento escaparate, sobre un cojín de desteñido color purpura, se veía una única varita.

Cuando entraron, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. Era un lugar pequeño y vacio, salvo por una silla larguirucha donde Hagrid se sentó a esperar.

-Buenas tardes-dijo una voz amable.

Laura no se sorprendió en ese lugar había magia y todo era posible mientras que Harry dio un salto, Hagrid también se sobresalto.

-Buenas tardes, señor-dijo Laura sonriendo.

-Hola-dijo Harry con torpeza.

-Ah, sí-dijo el hombre-. Si, si, pensaba que iba a verlos pronto, Harry Potter, Laura Walters-eso no era una pregunta-. Tienen los ojos de sus madres. Parece que fue ayer el día en que vino Lily Potter aquí, a comprar su primera varita. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.

El señor Ollivander se acerco un poco más a ellos.

-Mientras que James Potter, por otra parte, prefiero una varita de caoba, Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderosa y excelente para transformaciones. Bueno, he dicho que tu padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.

El señor Ollivander toco la luminosa cicatriz de la frente de Harry y Laura toco la de Laura, con un largo dedo blanco.

-Lamento decir que yo vendí la varita que les hizo eso-dijo amablemente-. Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderos, y en las manos equivocadas… Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo…

Negó con la cabeza y entonces fijo su atención en Hagrid.

-¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo otra vez… Roble, cuarenta centímetros y medio, flexible… ¿Era así?

-Si era, sí, señor-dijo Hagrid.

-Buena varita. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo expulsaron-dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.

-Eh… sí, eso hicieron, si-respondió Hagrid., arrastrando los pies-. Sin embargo, todavía tengo los pedazos-añadió con vivacidad.

-Pero no los utiliza. ¿Verdad?-pregunto en tono severo.

-Oh, no, señor-dijo Hagrid rápidamente, Laura se dio de cuenta de que sujetaba con fuerza su paraguas rosado.

-Mmm-dijo el señor Ollivander, lanzando una mirada inquisidora a Hagrid-. Bueno, ahora, Déjame ver.-saco de su bolsillo una cinta métrica con marcas plateadas-. ¿Con que brazos coges la varita?

-Eh… bien soy diestro-respondió Harry.

-¿Y tú, Laura?-pregunto.

-Soy diestra-respondió. Por fin iba tener su varita.

-Extiende tu brazo, Harry y cuando termine te tocara a ti, Laura-primero midió a Harry, y luego a ella del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza-. Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia magia. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.

El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas.

-Bien, Harry. Prueba esta. Madera de haya y nervios de corazón de dragón. Veintitrés centímetros, Bonita y Flexible, cógela y agítala-dijo, Harry cogió la varita la agito a su alrededor pero el señor Ollivander se la quito casi de inmediato.

-Laura. Arce y pluma de fénix. Diecisiete centímetros cuarto, Muy elástica, Prueba.

Laura probo, pero tan pronto como levanto el brazo el señor Ollivander se la quito.

-No, no… Harry esta. Ébano y pelo de unicornio, veintiún centímetros y medio. Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.

Harry lo intento. Ya habían probado muchas varitas, pero cuantas varitas sacaba el señor Ollivander, más contento parecía estar.

-Que clientes tan difícil, ¿no? No se preocupen, encontraremos a sus parejas perfectas por aquí, en algún lado. Me pregunto… si, por qué no, unas combinaciones poco inusuales, acebo y pluma de fénix veintiocho centímetros, bonita y flexible. Y pino y pluma de fénix, veinticinco centímetros y medio, rígida.

Al tocar la varia sintió un súbito calor en los dedos. Levantaron las varitas sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales. Hagrid vitoreo y aplaudió y el señor Ollivander dijo:

-¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien… Qué curioso… Realmente que curioso.

Puso las varitas en su caja t las envolvió en papel de embalar, todavía murmurando: “Curioso… muy curioso”

-Perdón-dijo Harry-. Pero que están curioso.

-Recuerdo cada varita que he vendido, Harry Potter. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en tu varita dio otras dos plumas más.

-¿Y… una de las otras plumas de fénix que dio esta en mi varita?-pregunto Laura.

-Sí-respondió el señor Ollivander-. Y realmente es muy curioso que ustedes estén destinados a esas varitas, cuando fue su otra hermana la que les hizo esa cicatriz que tienen.

Harry y Laura no podían hablar.

-Sí, veintiocho centímetros. Aja. Realmente curioso como suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdalo… Creo que debemos esperar grandes cosas de ustedes… Después de todo, El-que-no-debe-ser-nombrado hizo grandes cosas… Terribles, si, pero grandiosas.

Pagaron siete galeones de oro por cada una de las varitas y el señor Ollivander los acompaños hasta la puerta de su tienda.

Al atardecer, con el sol muy bajo en el cielo, Harry, Laura y Hagrid emprendieron su camino otra vez por el callejón Diagon, a través de la pared, y de nuevo por el Caldero Chorreante, ya vacio. Una cantidad de gente que se quedaba con la boca abierta al verlos en el metro, cargados con una serie de paquetes de formas raras y con la lechuza dormida en el regazo de Harry. Subieron por la escalera mecánica y entraron a la estación de Paddington.

-Tenemos tiempo para que coman algo antes de que salga el tren-dijo Hagrid.

Les compro unas hamburguesas a Harry y Laura y se sentaron a comer en unas sillas de plástico.

-¿Estás bien, Harry? Te veo muy silencioso-dijo Hagrid.

-Todos creen que soy especial-dijo Harry finalmente-. Toda esa gente del Caldero Chorreante, el profesor Quirrell, el señor Ollivander… Pero yo no sé nada sobre magia. ¿Cómo pueden esperar grandes cosas? Soy famoso y ni siquiera puedo recordar porque soy famoso. No sé qué sucedió cuando Vol… Perdón, quiero decir, la noche que mis padres murieron.

Hagrid se inclino sobre la mesa. Detrás de la barba enmarañada y las espesas cejas había una sonrisa muy bondadosa.

-No te preocupes, Harry. Aprenderás muy rápido. Todos son principiantes cuando empiezan en Hogwarts. Vas a estar muy bien y tu también Laura. Sencillamente sean ustedes mismos. Sé que es difícil. Has estado lejos y eso siempre es duro. Pero van a pasarlo muy bien en Hogwarts, yo lo pase y, en realidad todavía lo paso.

Hagrid ayudo a Harry y Laura a subir al tren que lo llevaría hasta sus casas y luego les entrego un sobre.

-Sus billetes para Hogwarts-dijo-. El uno de septiembre, en Kings Cross. Este todo en el billete. Cualquier problema y me envían una carta con sus lechuzas, ellas sabrán encontrarme... Te veré pronto, Harry. Hasta luego, Laura. Nos veremos en Hogwarts.

El tren arranco de la estación. Harry deseaba ver a Hagrid hasta que se perdiera de vista. Se levanto del asiento y apretó la nariz contra la ventanilla, pero parpadeo y Hagrid ya no estaba. Se sentó de nuevo un poco desilusionado.

-¿Qué paso, Potter?-dijo Laura con una sonrisa de oreja a oreja. Harry también sonrió, Laura siempre lo animaba y ella era el lado bueno de la vida, siempre tan contenta, aunque nunca su vida será un cuento de hadas.

domingo, 25 de octubre de 2009

Capitulo 5: El Callejon Diagon III

Fueron un poco más abajo, cada vez que descendían el aire se volvía más frio. El carro se detuvo en frente de la cámara de Laura. Griphook abrió la cerradura de la puerta y adentro había…

Más dinero que en la de Harry, miles de galeones, miles de sickles, miles de knuts, tres armaduras y diez copas de oro.

-Hagrid-dijo Laura-. ¿Por qué tengo más que Harry?

-Pues… Tu familia era una de las más ricas-dijo Hagrid-. Pero nunca se dieron el lujo de comprarse una mansión u otras cosas así-se volvió hacia Griphook-. Ahora, por favor, la cámara setecientos trece.

Fueron más abajo y a mayor velocidad. El aire se volvió cada vez más frio mientras doblaban por estrechos recodos. Llegaron entre sacudidas al otro lado de una hondonada subterránea, y Harry se inclino hacia un lado para ver que había en el fondo oscuro, pero Hagrid gruño y lo enderezo, cogiéndolo del cuello.

La cámara setecientos trece no tenía cerradura.

-Un paso atrás-dijo Griphook, dándose importancia. Toco la puerta con uno de sus largos dedos esta desapareció-. Si alguien que no sea un gnomo de Gringotts lo intenta, será succionado por la puerta y quedara atrapado.

-¿Cada cuanto tiempo comprueban que no se haya quedado nadie dentro?-quiso saber Laura.

-Más o menos cada diez años-dijo Griphook, con una sonrisa maligna.
Algo realmente extraordinario tenía que haber en aquella cámara de máxima seguridad, estaban seguros, y se inclinaron para ver, esperando ver por lo menos joyas fabulosas, pero la primera impresión era que estaba vacía. Había un sucio paquetico, envuelto en papel marrón, que estaba en el suelo. Hagrid lo cogió y lo guardo en las profundidades de su abrigo.

-Vamos, regresemos en ese carro infernal y no me hablen durante el camino; será mejor que mantengan la boca cerrada-dijo Hagrid.



Después de la veloz trayectoria, salieron parpadeando a la luz del sol, fuera de Gringotts.

-Tendrían que comprarse el uniforme-dijo Hagrid, señalando hacia “Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones”-. Oigan, ¿les importaría que me dé una vuelta por el Caldero Chorreante? Detesto los carros de Gringotts. –Todavía parecía mareado, así que Harry y Laura entraron en la tienda de Madame Malkin.

Madame Malkin era una bruja sonriente y regordeta, vestida de color malva.

-¿Hogwarts, chicos?-dijo-. Tengo muchos por aquí… En realidad, otro muchacho se está probando ahora.

En el fondo de la tienda, un niño de rostro pálido y puntiagudo estaba de pie sobre un banquito, mientras otra bruja le ponía alfileres en la larga túnica negra. Madame Malkin puso a Harry en un banquito y a Laura en otro, le deslizo a Laura por la cabeza una larga túnica y comenzó a marcarle el largo apropiado, mientras que otra bruja hacia lo mismo con Harry.

-Hola-dijo el muchacho-. ¿También Hogwarts?

-Si-respondió Harry.

-Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido a calle arriba para mirar las varitas-dijo el chico. Tenía voz de aburrido y arrastraba cada palabra-. Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carrera. No sé porque los de primer año no pueden tener una propia. Creo que voy a molestar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera.

Ese chico se le hacía familiar a Laura.

-¿Ustedes tienen escoba propias?-continuo el muchacho

-No, no tenemos-dijo Laura.

-¿Juegan al menos al quidditch?

-No-dijo Harry, mientras Laura se preguntaba qué diablos será el quidditch.

-Yo si-dijo el chico nuevamente-. Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya saben en qué casa van estar?

-No-respondieron.

-Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo se que seré de Slytherin, porque toda mi familia fue allí. ¿Ya sabes estar en Hufflepuff Yo creo que me iría, ¿no te parece?

-Mmm-contesto Harry.

-¡Oye, mira ese hombre!-dijo súbitamente el chico, señalando hacia la vidriera de delante. Hagrid estaba allí, sonriendo a Harry y señalando tres grandes helados, para que viera por qué no entraba.

-Ese es Hagrid-dijo Laura-. Trabaja el Hogwarts.

-Oh-dijo el muchacho- , he oído hablar de él. Es una especie de sirviente, ¿no?

-Es el guardabosque-dijo Harry.

-Sí, claro. He oído decir que es una especie de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en cuando se emborracha. Trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su cama.

-Yo creo que es estupendo-dijo Harry con frialdad.

-¿Eso crees?-pregunto el chico en tono burlón-. ¿Por qué esta aquí con ustedes? ¿Dónde están sus padres?

-Están muertos-respondió Laura en pocas palabras. No tenía ganas de hablar de ese
tema con ese chico.

-Oh, lo siento-dijo el otro, aunque no pareció que le importara-. Pero eran de nuestras clases, ¿no?

-Eran un mago y una bruja, si es eso a lo que te refieres.-dijo Harry.

-Realmente creo que no deberían dejar entrar a los otros, ¿no te parece? No son como nosotros, no los educaron para conocer nuestras costumbres. Algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que recibieron la carta, ya te imaginaras. Yo creo que todo en las familias de antiguos magos. Y, a propósito, ¿Cuáles son sus apellidos?

Pero antes de que pudieran contestar, Madame Malkin dijo:

-Ya está listo lo de ustedes.

-Bien, nos veremos en Hogwarts, supongo-dijo el muchacho.

Harry estaba muy silencioso, mientras comía el helado.

-¿Qué sucede?-pregunto Hagrid.

-Nada-mintió Harry.

Se detuvieron a comprar pergaminos y plumas.

lunes, 12 de octubre de 2009

Capitulo 5: El Callejon Diagon II

La gente los miraba más que nunca en el tren. Hagrid ocupo dos asientos y comenzó a tejer lo que parecía una carpa de circo color amarillo canario.

-¿Todavía tienen la carta, Harry, Laura?-pregunto, mientras contaba los puntos.
Harry saco del bolsillo el sobre de pergamino y Laura igual.
-Bien-dijo Hagrid-. Hay una lista con todo lo que necesitas.

Desdoblaron la otra hoja, que no habían visto la noche anterior, y leyó:

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitaran:
-Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
-Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
-Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
-Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)

LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
-El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk
-Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
-Teoría magia, Adalbert Waffling.
-Guía de transformación para principiantes, Emerick Switch
-Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
-Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger
-Animales fantásticos y donde encontrarlos, New Scamander.
-Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble.

RESTO DEL EQUIPO:
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de frascos de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.

SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.

-¿Podemos comprar todo esto en Londres?-se pregunto Harry en voz alta.

-Sí, si sabes adonde ir-respondió Hagrid.

Harry y Laura no habían estado antes en Londres. Aunque Hagrid parecía saber adónde iban, era evidente que no estaba acostumbrado a hacerlo de la forma ordinaria. Se quedo atascado en el torniquete de entrada al metro y se quejo en voz alta que porque los asientos eran muy pequeños y los trenes muy lentos.

-No sé cómo los muggles se las arreglan sin magia-comento, mientras subían por una escalera mecánica estropeada que los condujo a una calle llena de tiendas.
Hagrid era tan corpulento que separaba fácilmente a la muchedumbre. Lo único que Harry y Laura tenían que hacer era mantenerse detrás de él. Pasaron ante librerías y tiendas de música, ante hamburgueserías y cines, pero en ningún lado parecía que vendieran varitas mágicas. Era una calle normal, llena de gente normal.

-¿En serio existe Hogwarts?, ¿de verdad será una bruja?, ¿hay bruja y magos por todo lados?-pensó Laura.

-Es aquí-dijo Hagrid deteniéndose-. El Caldero Chorreante. Es un lugar famoso.
Era un bar diminuto y de aspecto mugriento. Si Hagrid no lo hubiera señalado, no lo hubieran visto. La gente, que pasaba apresurada, ni lo miraba, Sus ojos iban de la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no pudieran ver el Caldero Chorreante. Hagrid los hizo entrar.

Para ser un lugar famoso, estaba muy oscuro y destartalado. Unas ancianas estaban sentadas en un rincón, tomando copitas de jerez. Una de ellas fumaba una larga pipa. Un hombre pequeño llevaba un sombrero de copa hablaba con el viejo cantinero, que era completamente calvo y parecía una nuez blanda. El suave murmullo de las charlas se detuvo cuando ellos entraron. Todos parecían conocer a Hagrid. Lo saludaban con la mano y le sonreían, y el cantinero busco un vaso diciendo:

-¿Lo de siempre, Hagrid?

-No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de Hogwarts-respondió Hagrid, poniendo una mano en el hombro de Harry y la otra en el hombro de Laura y obligándolos a doblar las rodillas.

-Buen Dios-dijo el cantinero, mirando atentamente a ellos dos-¿ellos son… puede ser…?

El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio.

-Válgame Dios-susurro el cantinero-. Harry Potter, Laura Walters… es todo un honor.
Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia Harry y Laura y les estrecho la mano a los dos, con los ojos llenos de lágrimas.

-Bienvenido, Harry, Bienvenida, Laura.

Ellos no sabían que decir. Todos los miraban. La anciana de la pipa seguía chupando, sin darse cuenta de que se le había apagado. Hagrid estaba radiante.

Entonces se produjo un gran movimiento de sillas y, al minuto siguiente, se encontraron estrechando la mano de todos los del Caldero Chorreante.

-Doris Crockford, Harry, Laura. No puedo creer que por fin los allá conocido.

-Estoy orgullosa, Harry, muy orgullosa.

-Siempre quise estrechar sus manos… estoy muy complacido.

-Encantado, Harry, Laura, no puedo decirte cuanto. Mi nombre es Diggle. Dedalus Diggle.

-¡Yo lo he visto antes!-dijo Harry, mientras Dedalus Diggle dejaba caer su sombrero a causa de la emoción-. Usted me saludo una vez en una tienda.

-¡Me recuerda!-grito Dedalus Diggle, mirando a todos-. ¿Han oído eso? ¡Se acuerda de mí!

Harry y Laura estrecharon manos una y otra vez. Doris Crockford volvió a repetir el saludo.
Un joven pálido se adelanto, muy nervioso. Tenía un tic en el ojo.

-¡Profesor Quirrell!-dijo Hagrid-. Harry, Laura, el profesor Quirrell les dará clases en Hogwarts.

-P-P-Potter, W-W-Walters-tartamudeo el profesor Quirrell, apretando la mano de Harry y luego la de Laura-. N-no pué-e-do decirte l-lo contento que-e estoy de co-conocerlos.

-¿Qué clase de magia enseña usted, profesor Quirrell?-pregunto Harry.

-D-Defensa Contra las Artes O-Oscuras-murmuro el profesor Quirrell, como si no quisiera pensar en ello-. N-no es al-algo que us-ustedes n-necesiten, ¿verdad, P-Potter, W-Walters?.-Soltó una risita nerviosa-. Estas reuniendo el e-equipo, s-supongo. Yo tengo que b-buscar otro l-libro de va-vampiros.-Pareció aterrorizado ante la simple mención.

Pero los demás no permitieron que el profesor Quirrell acaparada a Harry y Laura. Este tardo más de diez minutos en despedirse de ellos. Al fin, Hagrid se hizo oír.

-Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos.

Doris Crockford estrecho la mano de Laura una última vez y Hagrid se lo llevo a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos.

Hagrid los miro sonriente.

-Se los dije, ¿verdad? Les dije que eran famosos. Hasta el profesor Quirrell temblaba al conocerte, aunque te diré que habitualmente tiembla.

-¿está siempre tan nervioso?-pregunto Laura.

-Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones para tener experiencias directas… Dicen que encontró vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera…
Y desde entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia asignatura… Ahora ¿adónde vamos, paraguas?

¿Vampiros? ¿Hechiceras? La cabeza de Laura era un torbellino. Hagrid, mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.

-Tres arriba… dos horizontales…-murmuraba-. Correcto. Un paso atrás.

Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas.

El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo más tarde estaban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.

-Bienvenidos-dijo Hagrid- al callejón Diagon.
Sonrió ante el asombro de Harry y Laura. Entraron en el pasaje. Laura miro rápidamente por encima de su hombro y vio que la pared volvía a cerrarse.

El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta de la tienda más cercana “Calderos – Todos los tamaños – Latón, Cobre, Peltre, Plata – Automáticos – Plegables” decía un rotulo que colgaba sobre ellos.

-Sí, van a necesitar uno-dijo Hagrid- pero mejor que vayamos primero a conseguir el dinero.
Movían la cabeza en todas direcciones mientras iban calle arriba, tratando de mirar todo al mismo tiempo: las tiendas, las cosas que estaban fuera y la gente haciendo compras. Una mujer regordeta negaba con la cabeza en la puerta de una droguería cuando ellos pasaron, diciendo: “Hígado de dragón a diecisiete sickles la onza, están locos…”.

Un suave ulular llegaba de una tienda oscura que tenía un rotulo que decía: “El emporio de las lechuzas. Color pardo, castaño, gris y blanco”. Varios chicos de la edad de Harry y Laura pegaban la nariz contra un escaparate lleno de escobas “Mirad-oyeron que decía uno-, la nueva Nimbus 2.000, la más veloz.” Algunas tiendas vendían ropa; otras, telescopios y extraños instrumentos de plata que nunca habían visto. Escaparates repletos de bazos de murciélagos y ojos de águilas, tambaleantes montones de libros de encantamientos, plumas y rollos de pergamino, frascos con pociones, globos con mapas de luna.

-Gringotts -dijo Hagrid
Habían llegado a un edificio, blanco como la nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tienes. Delante de las puertas de bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado, habia…

-Sí, eso es un gnomo-dijo Hagrid en voz baja, mientras subían por los escalones de piedra. El gnomo era una cabeza más bajo que Laura. Tenía un rostro moreno e inteligente, una barba puntiaguda y, como pudieron notarlo, dedos y pies muy largos. Cuando entraron los saludo. Entonces encontraron otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas.

Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia.
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladro, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro.

-Como les dije, hay que estar loco para intentar robar aquí-dijo Hagrid.
Dos gnomos los hicieron pasar por las puertas plateadas y se encontraron en un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de gnomos estaban sentados en altos taburetes, de cuentas, pesando, monedas en balanzas de cobre y examinando piedras preciosas con lentes. Las puertas de salida del vestíbulo eran demasiadas para contralas, y otros gnomos guiaban a la gente para entrar y salir. Hagrid, Harry y Laura se acercaron al mostrador.

-Buenos días-dijo Hagrid a un gnomo desocupado-Hemos venido a sacar algún dinero de la caja de seguridad del señor Harry Potter y de la caja de seguridad de la señorita Laura Walters.

-¿El señor Potter y la señorita Walters tiene sus llaves?

-Las tengo por aquí-dijo Hagrid, y comenzó a vaciar sus bolsillos sobre el mostrado, desparramando un puñado de galletas de perro sobre el libro de cuentas del gnomo. Este frunció la nariz. Harry y Laura observaron al gnomo que tenia a la derecha, que pesaba unos rubíes tan grandes como carbones brillantes.

-Aquí están-dijo finalmente Hagrid, enseñando dos pequeñas llaves doradas.

El gnomo examino las llaves de cerca.

-Parece estar todo en orden.

-Y también tengo una carta del profesor Dumbledore-dijo Hagrid, dándose importancia. Es sobre lo-que-usted-sabe, la cámara setecientos trece.

El gnomo leyó la carta cuidadosamente.

-Muy bien-dijo, devolviéndosela a Hagrid-. Voy a hacer que alguien los acompañe abajo, a las tres cámaras, ¡Griphook!

Griphook era otro gnomo. Cuando Hagrid guardo todas las galletas de perro en sus bolsillos, Harry, él y Laura siguieron a Griphook hacia una de las puertas de salida del vestíbulo.

-¿Qué es lo-que-usted-sabe en la cámara setecientos trece?-pregunto Harry.

-No te lo puedo decir-dijo misteriosamente Hagrid-. Es algo muy secreto. Un asunto de Hogwarts. Dumbledore me lo confió.

Griphook les abrió la puerta. Laura, que había esperado más mármoles, se sorprendió igual que Harry. Estaban en un estrecho pasillo de piedra, iluminado con antorchas. Se inclinaba hacia abajo y había unos rieles en el suelo. Griphook silbo y un pequeño carro llego rápidamente por los rieles. Subieron (Hagrid con cierta dificultad) y se pusieron en marcha.

Al principio fueron rápidamente a través de un laberinto de retorcidos pasillos. El veloz carro parecía conocer su camino porque Griphook no lo dirigía.

Le ardían los ojos por las ráfagas de aire frio, pero los mantuvieron bien abiertos. En una ocasión, les pareció ver un estallido de fuego al final del pasillo y se dio la vuelta para ver si era un dragón, pero era demasiado tarde. Iban a cada vez más abajo, pasando por un lago subterráneo en el que había gruesas estalactitas y estalagmitas saliendo del techo y del suelo.

-Nunca lo he sabido-grito Laura a Hagrid, para hacerse oír sobre el estruendo del carro-. ¿Cuál es la diferencia entre una estalactita y una estalagmita?

-Las estalagmitas tienen una eme-dijo Hagrid. Y no me hagan preguntas ahora, creo que voy a marearme.

Su cara se había puesto verde y, cuando el carro por fin se detuvo, ante la pequeña puerta de la pared del pasillo, Hagrid se bajo y tuvo que apoyarse contra la pared, para que dejaran de temblarle las rodillas.

Griphook abrió la cerradura de la puerta. Una oleada de humo verde los envolvió. Cuando se aclaro. Dentro había montículos de monedas de oro. Montones de monedas de plata. Y montañas de pequeños Knuts de bronce.

Hagrid ayudo a Harry a poner una cantidad en una bolsa.

-Las de oro son galeones-explico. Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickles, es fácil. Bueno, esto será suficiente para un curso o dos, dejaremos el resto guardado para ti, Harry.-Se volvió hacia Griphook- Ahora, por favor, a la cámara de la señorita Walters. ¿Y podemos ir más despacio?

-Una sola velocidad-contesto Griphook

Fueron un poco más abajo, cada vez que descendían el aire se volvía más frio. El carro se detuvo en frente de la cámara de Laura. Griphook abrió la cerradura de la puerta y adentro había…

viernes, 9 de octubre de 2009

Capitulo 5: El Callejon Diagon I

Laura antes de que Hagrid hiciera magia cerró los ojos, estaba volando pero no se atrevió a abrir los ojos…

Cuando los volvió a abrir se dio cuenta de que estaba en un roca y en medio había una cabaña. ¿Quién viviría allí?-se pregunto a si misma. Caminaron hasta llegar a la puerta.

-Laura aparta un poco-dijo Hagrid.

¡BUM!, llamo a la puerta Hagrid.

¡BUM!, volvió a llamar a la puerta.

UN GOLPE VIOLENTO.

Laura quedo impactada como la puerta caía, pero quedo mas impactada cuando vio a un niño, que llevaba gafas, esa cicatriz que estaba en su frente era inreconosible sabia quien era el, su mejor amigo, el niño que la entendía, el es Harry Potter.

-¿si los Dursley me ven que dirán? ¿le preguntaran a sus tíos sobre lo que es?-pensó-. Sera mejor que me cambie el color de pelo, ummm amarillo estaría bien.

Un segundo después el pelo se le torno amarillo, para que así no la descubrieran, trato de que el pelo le creciese un poco más para que tapara la cicatriz…

Unas horas después…

Le había explicado todo Harry, se quedaron dormidos…

Toc, Toc, Toc.

¿Qué es ese ruido?-pensó Laura-es que uno ya no puede dormir tranquilo en ningún lado

Abrió los ojos, estaba en una cabaña, Harry se estaba despertando, miro hacia la ventana había una lechuza.

-Que linda es-dijo Laura

Harry se incorporo fue a abrir la ventana, Laura se dio cuenta que estaba feliz demasiado feliz, cuando abrió la ventana la lechuza dejo el periódico y empezó a atacar el abrigo de Hagrid.

-No hagas eso-dijo Harry

Harry trato de apartar a la lechuza, pero esta cerró el pico amenazadoramente y continúo atacando al abrigo

-¡Hagrid!-dijo Laura en voz alta-Aquí hay una lechuza

-Págale-gruño Hagrid desde el sofá.

-¿Qué?-dijeron al mismo tiempo Harry y Laura.

-Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos-dijo Hagrid

Harry se puso a buscar en los bolsillos, después de un rato Harry encontró un puñado de monedas de aspecto extraño.

-Dale cinco Knuts-dijo soñoliento Hagrid

-¿Knuts?-pregunto Harry

-Esas pequeñas de bronce.

Harry conto las cinco monedas y la lechuza extendió la pata, para que Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Y salió volando por la ventana abierta.

Hagrid bostezo con fuerza, se sentó y se desperezo.

-Es mejor que nos demos prisa. Tenemos muchas cosas que hacer hoy. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del colegio

Harry y Laura estaban viendo las monedas mágicas. Cuando se dieron cuenta de algo muy importante.

-Mm… ¿Hagrid?-Dijo Laura

-¿Si?-dijo Hagrid, que se estaba calzando sus colosales botas.

-Nosotros no tenemos dinero y ya oíste a mi tío anoche, no va a pagar para que vaya a aprender magia y creo que los de Laura tampoco-Dijo Harry, miro a Laura que estaba mirando por la ventana, todavía tenía el pelo amarillo no se va arriesgar de ponérselo de nuevo a su color natural.

-No te preocupes por eso-dijo Hagrid, poniéndose de pie y golpeándose la cabeza-¿no creerás que sus padres no te dejaron nada?

-Pero si nuestras casas fueron destruida…-dijo Laura que no puedo terminar la frase.

-¿Ellos no guardaban el oro en la casa, muchachos! No, la primera parada para nosotros es Gringotts. El banco de los magos. Coman una salchicha, frías no están mal, y no negare un pedacito de tu pastel de cumpleaños, Harry-dijo el Hagrid mientras le pasaba unas salchichas.

-¿Los magos tiene bancos, Hagrid?-pregunto Harry mientras le daba un mordisco a su salchicha.

-Solo uno. Gringotts. Lo dirigen los gnomos-respondió Hagrid

Laura dejo caer el pedazo de salchicha que le quedaba y pregunto:

-¿Gnomos?

-Aja… Así uno tendría que estar loco para intentar robarlos, puedo decírtelo. Nunca te metas con los gnomos, Laura. Gringotts es el lugar más seguro del mundo para lo que quieras guardar, excepto tal vez Hogwarts. Por otra parte tenía que visitar Gringotts de todos modos. Por Dumbledore. Asuntos de Hogwarts-Hagrid se irguió con orgullo-. En general, me utiliza para asuntos importantes, Buscarlos a ustedes... Sacar cosas de Gringotts… él sabe que puede confiar en mí. ¿Lo tienen todo? Pues vámonos.

Harry y Laura siguieron a Hagrid fuera de la cabaña. El cielo estaba ya claro y el mar brillaba a la luz del sol. El bote que tío Vernon había alquilado todavía estaba allí, con el fondo lleno de agua después de la tormenta.

-¿Cómo llegaron aquí?-pregunto Harry, mirando alrededor.

-Volando-dijo Laura

-¿volando?

-Si…pero vamos a regresar en esto-dijo Hagrid señalando al bote-. No debo utilizar la magia, ahora que ya los encontré.

Subieron al bote. Harry todavía miraba a Hagrid, tratando de imaginárselo volando.

-Sin embargo, me parece una lástima tener que remar-dijo Hagrid, dirigiendo una mirada de soslayo a Harry y Laura-. Si yo… apresuro las cosas un poquito, ¿les importaría no mencionarlo en Hogwarts.

-Por supuesto que no, ¿verdad, Laura?-dijo Harry, mirando a Laura.

-Claro que no diré nada-dicho esto Hagrid saco el paraguas rosado, dio dos golpes en el borde del bote y salieron a toda velocidad hacia la orilla.

-¿Por qué tendría que estar uno loco para intentar robar en Gringotts?-pregunto Harry.

-Hechizos… encantamientos-dijo Hagrid, desdoblando su periódico mientras hablaba-… Dicen que hay dragones custodiando las cámaras de máxima seguridad. Y además, hay que saber encontrar el camino. Gringotts está a cientos de kilómetros por debajo de Londres, ¿sabes?, muy por debajo del metro. Te morirías de hambre tratando de salir, aunque hubieras podido robar algo.

Harry permaneció sentado, mientras Laura pensaba: ¿Cómo será la cámara de sus padres?, ¿Hogwarts será lindo?, ¿Gringotts en donde queda?, cuando Hagrid hablo sacándola de sus pensamientos.

-El ministerio de Magia está confundiendo las cosas como de costumbre-murmuro Hagrid, dando vuelta a la hoja.

-¿Hay un ministerio de Magia?-pregunto Harry.

-Por supuesto-respondió Hagrid-. Querían que Dumbledore fuera el ministro, claro, pero el nunca dejara Hogwarts, así que el viejo Cornelius Fudge consiguió el trabajo. Nunca ha existido nadie tan torpe. Así que envía lechuzas a Dumbledore cada mañana, pidiéndole consejos.

-Pero ¿Qué hace un Ministerio de Magia?-pregunto Laura

-Bueno, su trabajo principal es impedir que los muggles sepan que todavía hay brujas y magos por todo el país-respondió Hagrid.

-¿Por qué?-esta vez fue Harry quien pregunto.

-¿Por qué? Vaya, Harry,-dijo Hagrid mirándolo-todos querrían soluciones mágicas para sus problemas. No, mejor que nos dejen tranquilos

En aquel momento, el bote dio un leve golpe contra la pared del muelle. Hagrid doblo su periódico y subieron los escalones de piedra hacia la calle.

Los transeúntes miraban mucho a Hagrid, mientras recorrían el pueblecito camino de la estación, y ellos no se lo podían reprochar: Hagrid no solo era el doble de alto que cualquiera, sino que señalaba cosas totalmente corrientes, como los parquímetros, diciendo en voz alta:

-¿Ven eso? Las cosas que esos muggles inventa, ¿verdad?

-Hagrid-dijo Harry, jadeando un poco mientras correteaba para seguirlo-, ¿no dijiste que había dragones en Gringotts?

-Bueno, eso dicen-respondió Hagrid-. Me gustaría tener un dragón.

-¿Te gustaría tener uno Hagrid?-pregunto Laura.

-Quiero uno desde que era niño… Ya llegamos-dijo Hagrid.

Habían llegado a la estación. Salía un tren para Londres cinco minutos mas tarde. Hagrid, que no entendía “el dinero muggle”, como lo llamaba, dio las monedas a Harry para que comprara los billetes.

martes, 6 de octubre de 2009

Capitulo 4: Las cartas de nadie

Habían terminado las clases, a Laura ya se le quito el castigo y podía andar en la casa sin que le preocupara que la vieran, su prima estaba practicando francés y cuando no le salía una palabra iba a decirle a Laura que por su culpa no podía aprendes francés.

-Karla, ve a buscar el correo, por favor-dijo su madre mientras servía el desayuno

-Ya voy, mama-dijo, Karla salió de la habitación agarro las cartas y volvió a la cocina-. Hay una para ti, papá, una para mamá, una para mi hermana, una factura y una para…. Laura

-¿Qué dame eso?-Ramon le quito de las manos la carta a Karla mientras veía el sobre de pergamino amarillento y una dirección escrita con tinta verde esmeralda que decía:

Señorita L. Walters

Habitación de Visitas

Privet Drive, 5

Little Whinging

Surrey

-Querida, podemos hablar a solas un momento-miro a las tres chicas que entendieron que se tenían que retirar de allí, haci que salieron de la cocina y se pegaron a la puerta para oír lo que decían.

-Pero… no podemos permitirnos que la lea-dijo mientras agarraba el sobre

-Claro que no, cuando la encontramos en la puerta, quise acabar con todo esto, no quiero que sea uno de ellos, la estamos educando… Ya está a avanzado-dijo esperanzado

-Claro, pero ellos son diferentes a nosotros no como nosotros, si no como mi hermanastra…

-¿Hermanastra?-pensó Laura-pero yo creía que eran hermanas, pero eso significa que…. ¿Qué significa?

-ella siempre era la favorita de mi madrastra, aunque es lógico, pero también era la de mi papá, cuando se entero de lo que eran, primero se puso bravo, después se asusto y luego le encanto tener eso en la familia

-Bueno, Laura tendrá que entender sobre esto, si se quiere quedar aquí no podrá leer ninguna de las cartas-y empezó a ir hacia la puerta, las chicas salieron corriendo hacia la sala para sentarse en los sillones, el tío de Laura llego a la sala y dijo:

-Bueno, Laura, por favor si lees alguna de las cartas te correremos de la casa, ¿queda claro?

-Sí, señor-tantas ganas que tenia de leerlas, ¿Quién sería?, pues nunca lo sabrá

-Ok, suban a sus habitaciones, no desayunaran hoy, las veremos en el almuerzo-dijo y se fue, Laura subió a su cuarto, miro por la ventana había lechuzas, ¿tendrían que ver las lechuzas con algo de lo que está pasando?, también había lechuzas en el patio de los Dursley, Tal vez Harry también recibiría una carta de esas.

Dia tras día llegaban cartas, diez, quince, veintiséis, cuarenta y cinco, Laura y Karlas llaman a las cartas “Las Cartas de Nadie”…

Ya era 29 de julio…

Era una día hermosos, los pájaros cantaban, ¿Por qué no iba a ser un día hermoso?, si era su cumpleaños, ¿Qué le darían este año?, dinero o tal vez otra cosa, se quito la piyama se vistió, bajo ya estaban todos hay, sentados en la mesa, solo se veía un regalo.

-Buenos días-dijo con una sonrisa

-Buenos días, Prima-dijo Karla que se había parado y le entrego el regalo-Feliz cumpleaños, ya tienes once años.

-Bueno si ya estamos listos, empecemos el día normal-dijo la tía Alexandra, que se paro se puso a cocinar fue un día normal, llegaron las cartas como siempre, pero no les puso cuidado prefería seguir viviendo hay que leer una carta, se dio cuenta que los Dursley salían, ¿hacia dónde?

Paso un día, los Dursley no aparecieron, ¿pasaría algo?, Laura bajo, hiso lo mismo de siempre llegaron las cartas el tío Ramón las quemo, en la noche había una película que vería toda la familia una francesa.

Ya casi era la medianoche….

Faltaba media hora….

Toc, Toc

-¿Quién podrá ser a estas horas?-pregunto Jenni que bostezo después de decir esto.

-Yo abriré-dijo Laura

Cuando abrió un hombre grande, parecía más bien un gigante.

-¿Qué desea?-pregunto Laura

-Bueno, permiso- dijo y paso-Soy Rubeus Hagrid, Guardián de las llaves y Terrenos de Hogwarts

-¿Qué es Hogwarts?-pregunto al gigante

-Hogwarts, es donde tus padres, tíos y abuelos aprendieron todo, Laura eres una bruja

-¿soy… yo soy… una bruja?

-Claro que si, tu madre también era una bruja, una gran bruja, que famosos eran tus padres y tu también.

-¿Yo soy famosa, señor?

-Llámame Hagrid, pues si eres famosa ese cicatriz que tienes es famosa igual que tu.

-¿Por qué razón soy famosa, Hagrid?

-Tu viviste cuando quien-usted-sabe intento matarte, tus padres se sacrificaron por ti, por eso eres famosa

-¿Por qué dice quien-usted-sabe y quién es?

-Pues era un mago tenebroso muy malo demasiado, y su nombre era… era… Volde-mort

-Ok, ¿y a que viene usted aquí?

-Oh…. Es cierto toma, Laura-dijo entregándole una carta

Por fin Laura la leería, todo esto era demasiado extraño a decir verdad, sus padres no murieron en un accidente si no que los acecinaron, sus tios le habían mentido a ella, aunque eso no era de extrañar, hagarro el sobre y lo habrio, en el decía:

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

Director: Albus Dumbledore

(Odren de Merlin, Primera Clase,

Gran Hechicero, Jefe de Magos,

Jefe Supremo, Confederacion

Internacional de Magos).

Querida Señorita Walters:

Tenemos el placer de informarle de que dispone de un puesto en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.

Las clases comienza el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio

Muy cordialmente,

Minerva McGonagall

Directora adjunta

-¿Cómo daré mi respuesta?

-Tú no iras a ningún lado, señorita-los Perretti que no habían hablado en todo el momento, el que dijo fue su tío Ramón-. Usted no será un bicho raro como tus padres.

A Laura la invadió una rabia, en vez del mechón que siempre le cambiaba de color esta vez fue todo el cabello se le puso del color rojo.

-¡NUNCA INSULTES A MIS PADRES!, ¡QUE SABES TU QUE SON UNOS BICHOS RAROS!, ¡SEGURO QUE TE ENCANTARIA SER UN MAGO!, ¡¿O NO?!, ¡ASI QUE IRE A HOGWARTS!-el pelo se le volvió otra vez de su color normal (castaño oscuro)-Hagrid, vámonos.

-Vámonos pues, Laura-dijo el gigante-pero primero tendremos que pasar a buscar a alguien, y ustedes no se preocupen la traeré luego.

Salieron de la casa, cuando ya estaban afuera Laura pregunto:

-¿A dónde vamos?

-a buscar un amigo-dijo-otra cosa que se me olvido decirte es que eres metamorfomaga pero una común no si no una especial

-¿Por qué especial?

-Por qué no cambias demasiado, cuando estas triste, enojada, feliz o con miedo solo un mechón de tu cabello cambia de color, mientras que las de las otras metamorfomagas cambia su pelo completamente como horita que su cabello se puso completamente de un color pero era eso solo por que estabas demasiado enojada por lo que acaba de pasar, ya será mejor que nos vamos.