sábado, 31 de octubre de 2009

Capitulo 5: El Callejon Diagon IV

-Hagrid, ¿Qué es el quidditch?-pregunto Harry cuando salieron de la tienda.

-Vaya, Harry, sigo olvidando lo poco que sabes… ¡No saber que es quidditch!-respondió

-No lo hagas sentir peor-dijo Laura. Que conto a Hagrid lo que paso en la tienda de Madame Malkin.

-…y dijo que la gente de familia de muggles no deberían poder ir…

-Pero ustedes no son de una familia muggle. Si hubiera sabido quienes son ustedes... El ha crecido conociendo sus nombres, si sus padres son magos. Ya lo han visto en el Caldero Chorreante. De todos modos, que sabe él, algunos de los mejores que he conocido eran los únicos con magia en una larga línea de muggles. ¡Mira a tu madre, Harry! ¡Y mira la hermana que tuvo!.

-Mi madre no era muggle y también tiene una hermana terrible-dijo Laura soltando una risita.

-Entonces ¿Qué es el quidditch?-pregunto Harry impaciente.

-Es nuestro deporte. Deporte de magos. Es… como el futbol en el mundo muggle, todos lo siguen. Se juega en el aire, con escobas, y hay cuatro pelotas… Es difícil explicarte las reglas.- respondió Hagrid.

-¿Y que son Slytherin y Hufflepuff?

-Son casas de Hogwarts. Son 4 creo…-dijo Laura mirando al cielo.

-Guau!, Laura, ¿Cómo sabes?-pregunto Hagrid impresionado.

-Pues… por un sueño que tuve… decía que en un colegio había cuatro casas-respondió Laura sonriente, sabía algo sobre Hogwarts, que felicidad.

-Bueno… Todos dicen que en Hufflepuff son todos inútiles pero…

-Seguro que yo estaré en Hufflepuff-dijo Harry desanimado.

-Es mejor Hufflepuff que Slytherin-dijo Hagrid con tono lúgubre-. Las brujas y magos que se volvieron malos habían estado en Slytherin. Quien-tu-sabes fue uno.

-¿Vol… perdón… Quien-tu-sabes estuvo en Hogwarts?.

-Hace muchos años-respondió Hagrid.

Fueron a comprar los libros en Flourish y Blotts. Había libros del tamaño de un sello, con tapas de seda, otros llenos de ginas. Laura vio un libro que lo quería es Historia de Hogwarts, con eso sabría de ese lugar maravilloso, donde su familia aprendió todo.

-Harry, deja ese ya-dijo Laura. Harry quería llevarse Hechizos y contrahechizos (encante a sus amigas y confunda a sus enemigos con las más recientes venganzas: Perdida de Cabello, Piernas de Mantequilla, Lengua Atada y mas, muchos mas), del profesor Vincictus Viridian.

-Estaba tratando de averiguar cómo hechizar a Dudley.

-No estoy diciendo que no sea buena idea, pero no puedes utilizar la magia en el mundo muggle, excepto en circunstancias muy especiales-dijo Hagrid-. Y, de todos modos, no podrías hacer ningún hechizo todavía, necesitaras mucho mas estudio antes de llegar a ese nivel.

Fueron a comprar los calderos, balanzas y unos telescopios. Luego visitaron la droguería, tan fascinante como para hacer olvidar el horrible hedor, una mezcla de huevos pasados y repollo podrido. En el suelo había barriles llenos de una sustancia viscosa y botes con hierbas. Raíces secas y polvos brillantes llenaban las paredes.

Fuera de la droguería, Hagrid miro otra vez la lista.

-Solo faltan las varitas… Ah, sí, y todavía no les doy regalos de cumpleaños.

Laura sintió que se ruborizaba y vio que Harry también.

-No tienes que…-dijo Laura.

-Se que no tengo que hacerlo. Les diré que será, les comprare un animal. No un sapo no, los sapos pasaron de moda hace años… y no me gustan los gatos, me hacen estornudas. Les voy a regalar una lechuza a cada uno. Todos los chicos quieren una lechuza. Son muy útiles, llevan tu correspondencia y todo lo demás.

Veinte minutos más tarde, salieron del Emporio de la Lechuza, que era oscuro y lleno de ojos brillantes, susurros y aleteos. Harry llevaba una gran jaula con una hermosa lechuza blanca, y Laura llevaba una lechuza blanca con un ala color negra y la llamo Eclipse y agradecía a Hagrid por el regalo.

-Ni lo menciones-dijo Hagrid con aspereza-. No creo que a ustedes les hagan muchos regalos. Ahora nos queda solamente Ollivander, el único lugar donde venden varitas, y tendrán las mejores.

La última tienda era estrecha y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras doradas, se leía: “Olivander: fabricante de excelentes varitas desde el 382 a.C.”. En el polvoriento escaparate, sobre un cojín de desteñido color purpura, se veía una única varita.

Cuando entraron, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. Era un lugar pequeño y vacio, salvo por una silla larguirucha donde Hagrid se sentó a esperar.

-Buenas tardes-dijo una voz amable.

Laura no se sorprendió en ese lugar había magia y todo era posible mientras que Harry dio un salto, Hagrid también se sobresalto.

-Buenas tardes, señor-dijo Laura sonriendo.

-Hola-dijo Harry con torpeza.

-Ah, sí-dijo el hombre-. Si, si, pensaba que iba a verlos pronto, Harry Potter, Laura Walters-eso no era una pregunta-. Tienen los ojos de sus madres. Parece que fue ayer el día en que vino Lily Potter aquí, a comprar su primera varita. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.

El señor Ollivander se acerco un poco más a ellos.

-Mientras que James Potter, por otra parte, prefiero una varita de caoba, Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderosa y excelente para transformaciones. Bueno, he dicho que tu padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.

El señor Ollivander toco la luminosa cicatriz de la frente de Harry y Laura toco la de Laura, con un largo dedo blanco.

-Lamento decir que yo vendí la varita que les hizo eso-dijo amablemente-. Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderos, y en las manos equivocadas… Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo…

Negó con la cabeza y entonces fijo su atención en Hagrid.

-¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlo otra vez… Roble, cuarenta centímetros y medio, flexible… ¿Era así?

-Si era, sí, señor-dijo Hagrid.

-Buena varita. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo expulsaron-dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.

-Eh… sí, eso hicieron, si-respondió Hagrid., arrastrando los pies-. Sin embargo, todavía tengo los pedazos-añadió con vivacidad.

-Pero no los utiliza. ¿Verdad?-pregunto en tono severo.

-Oh, no, señor-dijo Hagrid rápidamente, Laura se dio de cuenta de que sujetaba con fuerza su paraguas rosado.

-Mmm-dijo el señor Ollivander, lanzando una mirada inquisidora a Hagrid-. Bueno, ahora, Déjame ver.-saco de su bolsillo una cinta métrica con marcas plateadas-. ¿Con que brazos coges la varita?

-Eh… bien soy diestro-respondió Harry.

-¿Y tú, Laura?-pregunto.

-Soy diestra-respondió. Por fin iba tener su varita.

-Extiende tu brazo, Harry y cuando termine te tocara a ti, Laura-primero midió a Harry, y luego a ella del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza-. Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia magia. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.

El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas.

-Bien, Harry. Prueba esta. Madera de haya y nervios de corazón de dragón. Veintitrés centímetros, Bonita y Flexible, cógela y agítala-dijo, Harry cogió la varita la agito a su alrededor pero el señor Ollivander se la quito casi de inmediato.

-Laura. Arce y pluma de fénix. Diecisiete centímetros cuarto, Muy elástica, Prueba.

Laura probo, pero tan pronto como levanto el brazo el señor Ollivander se la quito.

-No, no… Harry esta. Ébano y pelo de unicornio, veintiún centímetros y medio. Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.

Harry lo intento. Ya habían probado muchas varitas, pero cuantas varitas sacaba el señor Ollivander, más contento parecía estar.

-Que clientes tan difícil, ¿no? No se preocupen, encontraremos a sus parejas perfectas por aquí, en algún lado. Me pregunto… si, por qué no, unas combinaciones poco inusuales, acebo y pluma de fénix veintiocho centímetros, bonita y flexible. Y pino y pluma de fénix, veinticinco centímetros y medio, rígida.

Al tocar la varia sintió un súbito calor en los dedos. Levantaron las varitas sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales. Hagrid vitoreo y aplaudió y el señor Ollivander dijo:

-¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien… Qué curioso… Realmente que curioso.

Puso las varitas en su caja t las envolvió en papel de embalar, todavía murmurando: “Curioso… muy curioso”

-Perdón-dijo Harry-. Pero que están curioso.

-Recuerdo cada varita que he vendido, Harry Potter. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en tu varita dio otras dos plumas más.

-¿Y… una de las otras plumas de fénix que dio esta en mi varita?-pregunto Laura.

-Sí-respondió el señor Ollivander-. Y realmente es muy curioso que ustedes estén destinados a esas varitas, cuando fue su otra hermana la que les hizo esa cicatriz que tienen.

Harry y Laura no podían hablar.

-Sí, veintiocho centímetros. Aja. Realmente curioso como suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdalo… Creo que debemos esperar grandes cosas de ustedes… Después de todo, El-que-no-debe-ser-nombrado hizo grandes cosas… Terribles, si, pero grandiosas.

Pagaron siete galeones de oro por cada una de las varitas y el señor Ollivander los acompaños hasta la puerta de su tienda.

Al atardecer, con el sol muy bajo en el cielo, Harry, Laura y Hagrid emprendieron su camino otra vez por el callejón Diagon, a través de la pared, y de nuevo por el Caldero Chorreante, ya vacio. Una cantidad de gente que se quedaba con la boca abierta al verlos en el metro, cargados con una serie de paquetes de formas raras y con la lechuza dormida en el regazo de Harry. Subieron por la escalera mecánica y entraron a la estación de Paddington.

-Tenemos tiempo para que coman algo antes de que salga el tren-dijo Hagrid.

Les compro unas hamburguesas a Harry y Laura y se sentaron a comer en unas sillas de plástico.

-¿Estás bien, Harry? Te veo muy silencioso-dijo Hagrid.

-Todos creen que soy especial-dijo Harry finalmente-. Toda esa gente del Caldero Chorreante, el profesor Quirrell, el señor Ollivander… Pero yo no sé nada sobre magia. ¿Cómo pueden esperar grandes cosas? Soy famoso y ni siquiera puedo recordar porque soy famoso. No sé qué sucedió cuando Vol… Perdón, quiero decir, la noche que mis padres murieron.

Hagrid se inclino sobre la mesa. Detrás de la barba enmarañada y las espesas cejas había una sonrisa muy bondadosa.

-No te preocupes, Harry. Aprenderás muy rápido. Todos son principiantes cuando empiezan en Hogwarts. Vas a estar muy bien y tu también Laura. Sencillamente sean ustedes mismos. Sé que es difícil. Has estado lejos y eso siempre es duro. Pero van a pasarlo muy bien en Hogwarts, yo lo pase y, en realidad todavía lo paso.

Hagrid ayudo a Harry y Laura a subir al tren que lo llevaría hasta sus casas y luego les entrego un sobre.

-Sus billetes para Hogwarts-dijo-. El uno de septiembre, en Kings Cross. Este todo en el billete. Cualquier problema y me envían una carta con sus lechuzas, ellas sabrán encontrarme... Te veré pronto, Harry. Hasta luego, Laura. Nos veremos en Hogwarts.

El tren arranco de la estación. Harry deseaba ver a Hagrid hasta que se perdiera de vista. Se levanto del asiento y apretó la nariz contra la ventanilla, pero parpadeo y Hagrid ya no estaba. Se sentó de nuevo un poco desilusionado.

-¿Qué paso, Potter?-dijo Laura con una sonrisa de oreja a oreja. Harry también sonrió, Laura siempre lo animaba y ella era el lado bueno de la vida, siempre tan contenta, aunque nunca su vida será un cuento de hadas.

1 comentario:

  1. FIN DE ESTE CAPITULO!!!
    Ya viene el 6!!!
    espero que comenten!!
    te quiero Laura xD jaja :D

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