viernes, 27 de noviembre de 2009

Capitulo 7: El viaje desde el andén nueve y tres cuartos III

—Yo tendría cuidado, si fuera tú, Potter, Walters —dijo con calma—. A menos que seas un

poco más amable, vas a ir por el mismo camino que tus padres. Ellos tampoco sabían lo

que era bueno para ellos. Tú sigue con gentuza como los Weasley y ese Hagrid y

terminarás como ellos.

Harry y Ron se levantaron al mismo tiempo. El rostro de Ron estaba tan rojo como

su pelo.

—Repite eso —dijo.

—Oh, vais a pelear con nosotros, ¿eh? —se burló Malfoy.

—Si no os vais ahora mismo... —dijo Harry, con más valor que el que sentía,

porque Crabbe y Goyle eran mucho más fuertes que él y Ron, y le dio un empujón a Laura para que se sentara.

—Pero nosotros no tenemos ganas de irnos, ¿no es cierto, muchachos? Nos hemos comido todo lo que llevábamos y vosotros parece que todavía tenéis algo.

Goyle se inclinó para coger una rana de chocolate del lado de Ron. El pelirrojo

saltó hacia él, pero antes de que pudiera tocar a Goyle, el muchacho dejó escapar un

aullido terrible.

Scabbers, la rata, colgaba del dedo de Goyle, con los agudos dientes clavados

profundamente en sus nudillos. Crabbe y Malfoy retrocedieron mientras Goyle agitaba

la mano para desprenderse de la rata, gritando de dolor, hasta que, finalmente, Scabbers

salió volando, chocó contra la ventanilla y los tres muchachos desaparecieron. Tal vez

pensaron que había más ratas entre las golosinas, o quizás oyeron los pasos porque, un

segundo más tarde, Hermione Granger volvió a entrar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, mirando las golosinas tiradas por el suelo y a Ron

que cogía a Scabbers por la cola y Laura por fin se ponía de pie.

—Creo que se ha desmayado —dijo Ron a Harry. Miró más de cerca a la rata—.

No, no puedo creerlo, ya se ha vuelto a dormir.

Y era así.

—¿Conocías ya a Malfoy?

Harry y Laura le explicaron el encuentro en el callejón Diagon.

—Oí hablar sobre su familia —dijo Ron en tono lúgubre—. Son algunos de los

primeros que volvieron a nuestro lado después de que Quien-tú-sabes desapareció.

Dijeron que los habían hechizado. Mi padre no se lo cree. Dice que el padre de Malfoy

no necesita una excusa para pasarse al Lado Oscuro. —Se volvió hacia Hermione, Laura que había permanecido todo el rato de pie salió del compartimiento pero antes de eso ollo decir a Ron:— ¿Podemos ayudarte en algo?

Andar por el andén era divertido, gracias que se fue de allí porque creyó que Ron y Hermione iban a pelear, iba para el baño a cambiarse (antes de irse había agarrado la túnica, falda… para cambiarse), cuando se tropezó con una chica.

— Lo siento, Lo siento —dijo Laura, cuando se miraron a la cara quedaron paralizadas, esa chica tenia (bueno casi) los ojos de Laura, (no puede ser, no creo tener familia, ¿o si?)

— Bueno… —dijo ella, con una voz temblorosa-. Me tengo que ir hasta luego.

La chica salió corriendo y Laura se quedo sorprendida por la actitud de ella, por fin llego al baño se cambio tranquilamente, y se dispuso a devolverse hacia donde estaba Harry y Ron, cuando llego una voz retumbo en el tren.

—Llegaremos a Hogwarts dentro de cinco minutos. Por favor, dejen su equipaje en

el tren, se lo llevarán por separado al colegio.

El tren aminoró la marcha, hasta que finalmente se detuvo. Todos se empujaban

para salir al pequeño y oscuro andén. Laura se estremeció bajo el frío aire de la noche.

Entonces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los alumnos, y Laura

oyó una voz conocida:

— ¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí! ¿Todo bien por ahí, Harry, Laura?

La gran cara peluda de Hagrid rebosaba alegría sobre el mar de cabezas.

—Venid, seguidme... ¿Hay más de primer año? Mirad bien dónde pisáis. ¡Los de primer año, seguidme!

Resbalando y a tientas, siguieron a Hagrid por lo que parecía un estrecho sendero.

Estaba tan oscuro que Laura pensó que debía de haber árboles muy tupidos a ambos

lados. Nadie hablaba mucho. Neville, el chico que había perdido su sapo, lloriqueaba de

vez en cuando.

—En un segundo, tendréis la primera visión de Hogwarts —exclamó Hagrid por

encima del hombro—, justo al doblar esta curva.

Se produjo un fuerte ¡ooooooh!

El sendero estrecho se abría súbitamente al borde de un gran lago negro. En la

punta de una alta montaña, al otro lado, con sus ventanas brillando bajo el cielo

estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas.

—¡No más de cinco por bote! —gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos

alineados en el agua, al lado de la orilla. Harry, Laura y Ron subieron a uno, seguidos por

Neville y Hermione.

—¿Todos habéis subido? —continuó Hagrid, que tenía un bote para él solo—.

¡Venga! ¡ADELANTE!

Y la pequeña flota de botes se movió al mismo tiempo, deslizándose por el lago,

que era tan liso como el cristal. Todos estaban en silencio, contemplando el gran castillo

que se elevaba sobre sus cabezas mientras se acercaban cada vez más al risco donde se

erigía.

—¡Bajad las cabezas! —exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban

el peñasco. Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una

cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco.

Fueron por un túnel oscuro que parecía conducirlos justo por debajo del castillo, hasta

que llegaron a una especie de muelle subterráneo, donde treparon por entre las rocas y

los guijarros.

—¡Eh, tú, el de allí! ¿Es éste tu sapo? —dijo Hagrid, mientras vigilaba los botes y

la gente que bajaba de ellos.

¡Trevor! —gritó Neville, muy contento, extendiendo las manos. Luego subieron

por un pasadizo en la roca, detrás de la lámpara de Hagrid, saliendo finalmente a un

césped suave y húmedo, a la sombra del castillo.

Subieron por unos escalones de piedra y se reunieron ante la gran puerta de roble.

—¿Estáis todos aquí? Tú, ¿todavía tienes tu sapo?

Hagrid levantó un gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo.

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